jueves, 27 de mayo de 2010

martes, 18 de mayo de 2010

Messi: "Aguante Argentina la concha de su madre"

Messi brillante sobre el mic en una mano


Hay expresiones que no pueden separarse del contexto en el cual se han producido y del componente paralingüístico que obligatoriamente debe acompañarlas. Las palabras o las frases sin este componente carecerían de verdadero significado y dejarían al interpretante en un lugar de inutilidad importante.
El FC Barcelona consiguió el último fin de semana su vigésimo título de Liga con récord de puntos (99) y un andamiaje que rozó la perfección o, mejor aún, directamente se encamó con ella. Felicitaciones a los blaugranas. Pero lo que más impactó fue la celebración, particularmente las palabras de L10nel Messi. “¡Visca el Barça, visca Catalunya y aguante Argentina la concha de su madre!”.
Messi dijo mucho más de lo que el significado arbitrario de las palabras denotan. El 10 del 10 le hizo un guiño al pueblo argentino que espera de él lo que los aficionados del Barça disfrutan dos veces por semana. Ese guiño es compromiso, ahora manifiesto, del mejor jugador del mundo con la causa argentina en la próxima Copa del Mundo. “Aguante Argentina la concha de su madre” es más que decir “Aguante Argentina”. Le da una mayor fuerza enunciativa, mayor enfásis, desgarrando el sentir al momento de enunciar. “La concha de su madre” es un compromiso, es la firma de un contrato tácito que establece dejarse más que la piel en el aguante. Sin dudas, más importante que jurarle amor eterno a una mujer. Pero también muestran a un Messi de carne y hueso, real, con sentimientos, que con esto epítetos intenta silenciar aquellas voces que lo tildan de antiargentino, hereje maradoniano que ni siquiera sabe cantar el himno…patrañas.
Pero vayamos al componente paralingüístico, Messi creció, es un hombre. El momento cumbre fue incluso antes de soltar el aliento en el micrófono. Después del emocionante aullido de la penya barcelonesa a un Iniesta que acosado por las lesiones se perdió gran parte de la temporada, Messi agarró el mic y miró con altivez y elegancia sin mirar a nadie en particular. La mirada superadora agitando el micrófono en la mano era como si hablara y dijera “Soy el mejor del mundo, lo sé, todos ustedes lo saben y tengo unas ansias tremendas de morfarme el mundo”. Soberbia pura, de la buena. Esa soberbia que quizás le falta cuando juega con la albiceleste. Este mensaje es esperanzador para los argentinos, Messi creció y tiene más ganas que nadie de demostrar de lo que es capaz.
Fue un gesto y unas palabras bien maradonianas. Sé que las comparaciones son odiosas y, en esta caso, trilladas y nocivas; y pido disculpas por ello. Pero no puedo dejar de transmitir lo que sentí cuando vi y volví a ver millones de veces el video de las palabras de L10nel.
Todo esto fue un guiño a nosotros, los argentinos. Yo acusé recibo y ahora dejo de entregarme a lo místico y la cábala para sostener que Argentina levantará la Copa en Sudáfrica. Ahora me aferro al gesto de Messi. Argentina será campeón del Mundo porque tiene al mejor del mundo, que ahora sabe que lo es. Messi soberbio, altivo, elegante y, perdón Fito Páez, brillante sobre el mic en una mano. En 50 días, este artículo tendrá la verdad y si no perdón pero se me fue la olla. ¡Aguante Argentina la concha de su madre!

viernes, 30 de abril de 2010

Crítica de la razón deportiva


Eran los albores de la década de 1990, cuando mi pasión por el fútbol empezó a despertar lo que el tiempo convertiría en mi profesión, nada rentable, pero mi profesión. Mucho tuvo que ver el periodista deportivo argentino Juan Pablo Varsky. En esa época no había internet, tampoco televisión digital que permitiera ver partidos del fútbol europeo en directo o al menos ver resúmenes de los mismos, con la inmediatez de hoy. Había que esperar al miércoles para, a través del cable, poder ver “Europa Hoy” un pequeñísimo programa conducido por Varsky y, así, los goles de Van Basten en el Milan, los de Cantona en Man U o los de Romario en el Dream Team. Su estilo siempre fue una inspiración.
Tras el triunfo del último fin de semana del FC Barcelona sobre el Real Madrid en el Bernabéu busqué la opinión de Varsky en su columna de canchallena.com. Su contenido fue el disparador de lo que ahora intento reseñar. En uno de los pasajes, JP afirmó sobre el equipo de Pep Guardiola: “Este equipo es maravilloso y tiene reservado un lugar en los libros”. La frase es brillante, no por lo que dice porque es una obviedad, pero por lo que deja de lado. Deja de lado, la estúpida y ridícula discusión de si es el mejor equipo de la historia o no. Porque no se trata de enfrentarlo con otras grandes formaciones de la historia del fútbol mundial, si no de disfrutarlo. Sería demagógico e hipócrita poner a este equipo en el pedestal. Demagógico porque es subirse a la cresta de la ola en un día de pleno sol en las costas del Mediterráneo. Hipócrita, porque una cuestión generacional y técnica me ha impedido gozar con la Hungría del 54, el Brasil del 70, la Naranja Mecánica, el Madrid de Di Stéfano, el Ajax tricampeón de Europa o, más aquí en el tiempo, el Milan de Arrigo Sacchi y el Dream Team del Barça de Johann Cruyff.
Cronológicamente, ese libro que reserva lugar a los grandes equipos comenzaría con una reseña sobre la selección húngara que fue subcampeona mundial en Suiza 54. Los magiares mágicos, como se denominó a este equipo liderado futbolísticamente por Ferenc Puskas, Sandor Kocsis y Zoltan Czibor se dio a conocer al mundo con la obtención de la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Helsinki 52. No sólo fue revolucionario por el logro sino por el planteamiento táctico de su entrenador Gustav Sebes, que fue el primero en animarse a jugar con un dibujo 4-2-4. Tras esa épica victoria, los inventores de las reglas del fútbol los invitaron a disputar un amistoso en 1953 en Wembley. Los magiares dieron cátedra y golearon 6 a 3 escupiendo la alfombra roja de la Reina Victoria. Nunca jamás Inglaterra había perdido en Wembley. Con estos antecedentes los húngaros llegaban al Mundial de Suiza como candidatos y estuvieron a la altura de las circunstancias. En la primera fase derrotaron a Corea del Sur por 9 a 0 y a Alemania Federal por 8 a 2. En cuartos de final y semifinales cayeron sucesivamente Brasil y Uruguay por el mismo score: 4 a 2. Llegaba la final ante Alemania, equipo al que ya había goleado en primera fase. Inesperadamente, los teutones se impusieron por 3 a 2, endilgando a los húngaros su primera derrota desde 1950. El fin de una era que se coronaba sin gloria.
Tras el fenómeno de los Magiares Mágicos, el Real Madrid dio el gran golpe fichando a la estrella húngara Ferenc Puskas, que a lo largo de su carrera marcó 512 goles en 529 partidos. La filosofía de ese maravilloso equipo; que obtuvo 5 Copas de Europa consecutivas entre 1956 y 1960 y que tuvo su canto de cisne con otra más en 1966; era según uno de sus cracks, Alfredo Di Stéfano: “Si nos meten dos, les metemos cuatro”. Ese equipo se recuerda por la maravillosa delantera formada por Kopa, Puskas, Di Stéfano y Gento.
No sería hasta 1970 cuando el fútbol nos ofrecería una de esas obras dignas de compararse con cualquier majestuosidad artística: “El Brasil del 70”. Campeón mundial con la mejor versión de Pelé, acompañado por una orquesta que sonaba tan bien que hasta los sordos podían escucharla. Carlos Alberto (el ADN mismo de los laterales brasileños), Gerson, Tostao, Rivelino y Jairzinho eran geniales, Pelé los hizo históricos. Los números hablan por sí solos: campeón invicto con pleno de victorias (6 sobre 6), 19 goles en 6 juegos (3,16 de promedio) y definitivamente la Jules Rimet en la vitrinas de la CBF. En su camino a la gloria cayeron 3 campeones del mundo: Inglaterra, Uruguay e Italia; y un subcampeón: Checoslovaquia.
Esa década ofrecería también dos grandes equipos que no tenían nada que envidiarle a Pelé & cía. Bajo la bandera del llamado “Fútbol total”, Rinus Michel, obsesivo de la preparación física, lideró al Ajax hacia la conquista de Europa primero y a Holanda a los libros de historia bajo el título de “La Naranja Mecánica”, después. Ese Ajax de Cruyff, Krol, Neeskens tomó por asalto el cetro europeo, y contra todo pronóstico, en 1971, 1972 y 1973. Rinus Michel si no era Dios, era Darwin y sino Einstein. Y con esa reputación fue contratado por la selección holandesa. Holanda que sólo había disputado, con más pena que gloria, los mundiales de 1934 y 1938, llegó a la Copa de Alemania 74 con la base del laureado Ajax de Amsterdam. Con una concepción táctica de movilidad permanente, sin ataduras a ninguna posición, con un formidable despliegue físico, los tulipanes llegaron a la final donde incluso ganaban 1 a 0 con gol de Cruyff. Pero la localía, la rigurosidad y el oficio de los alemanes terminaron inclinando la balanza para una de las injusticias más grandes de la historia. Como Hungría en 1954, otro rey sin corona.
Italia siempre estuvo caracterizada por el catenaccio. El lugar común lleva a despreciar el oportunismo y el resultado en detrimento del espectáculo y la expresión artística del balompié. Pero hubo una squadra italiana que dio por tierra ese debate, volviéndolo estéril: el Milan de Arrigo Sacchi, primero y el de Fabio Capello después. Con la base de la Holanda campeona de Europa en 1988 ese equipo desplegó potrero por cualquier campo transalpino o europeo. Rijkaard, Gullit y Van Basten más Baresi, Maldini y Ancelotti o Savicevic, Weah y Boban hacían exclamar al mundo: ¡Un equipo italiano que gana y juega hermoso! Entre 1989 y 1994 el AC Milan conquistó 14 títulos, entre ellos 3 Champions.
Paralelamente, en España surgía el Dream Team del FC Barcelona. Habiendo mamado el “Fútbol total” de Rinus Michels, Johann Cruyff comandó el primer Barça que conquistó Europa, después de años y años de frustració. Zubizarreta, Ferrer, Nando, Koeman, Juan Carlos Rodríguez Moreno, Bakero, Julio Salinas, Guardiola, Eusebio, Michael Laudrup y Hristo Stoichkov; escucharon las míticas palabras de Cruyff previas a la final de Wembley ante la Sampdoria: “hemos llegado hasta la final, ahora salid y disfrutad”. En 1993 se sumó el Chapulín Romario y ahí el brillo tuvo su más prolongado orgasmo el 9 de enero de 1994 en el Camp Nou ante el clásico de toda la vida. 5-0 tres goles de Romario y la Liga en la chistera. Todavía puede leerse en los periódicos de Catalunya: “El Dream Team estuvo muy ligado con Johan Cruyff y su paso como entrenador marcó una huella de imborrable estilo, que aún permanece en la memoria y en el recuerdo de todos los barcelonistas y los amantes del buen fútbol”.
Y así, este viaje por las páginas de la historia desemboca en el Barça de las seis copas. Me rehúso a escribir sobre el equipo de Guardiola, porque hacerlo es presentar un libro sin final. Este equipo todavía está escribiendo su hoja. Entonces, ¿por qué catalogarlo como el mejor? Si así fuera nos perderíamos de todos los otros equipos que también marcaron una época. No puedo decir que este Barça de Messi es mejor que todos los que comenté anteriormente porque a los otros no los vi. Este Barça es un homenaje a todas aquella grandes escuadras que juntos hacen del fútbol y su historia, el deporte más hermoso del mundo.